Los trastornos mentales

¿Qué son los trastornos mentales?

Las alteraciones de la salud mental (trastornos psiquiátricos o psicológicos) implican alteraciones en el pensamiento, en las emociones y/o en la conducta. Las alteraciones leves de estos aspectos vitales son frecuentes, pero cuando provocan una angustia intensa a la persona afectada y/o interfieren en su vida diaria, se consideran enfermedades mentales o trastornos de la salud mental. Los efectos de la enfermedad mental pueden ser temporales o de larga duración.

Casi el 50% de los adultos padece un trastorno mental en algún momento de su vida. Más de la mitad de estas personas experimentan síntomas graves o moderados. De hecho, cuatro de las 10 causas principales de discapacidad entre los sujetos mayores de 5 años de edad corresponden a trastornos mentales, siendo la depresión la primera causa de discapacidad por enfermedad. A pesar de esta elevada prevalencia de los trastornos mentales, solo en torno al 20% de las personas que tienen una enfermedad mental reciben ayuda profesional.

Aunque se han logrado extraordinarios avances en la comprensión y el tratamiento de las enfermedades mentales, el estigma que las rodea aún persiste. Por ejemplo, las personas con una enfermedad mental pueden ser culpabilizadas de su propia enfermedad o ser consideradas perezosas o irresponsables. La enfermedad mental se interpreta en ocasiones como una entidad menos real o menos legítima que la enfermedad física, generando reticencias en los responsables de la salud y de las compañías de seguros en lo referente a la cobertura del tratamiento. Sin embargo, la creciente toma de conciencia de lo mucho que la enfermedad mental afecta a los costes de la atención sanitaria y el número de días de trabajo perdidos está cambiando esta tendencia.

Identificación de la enfermedad mental

No siempre se puede diferenciar claramente la enfermedad mental de una conducta normal. Por ejemplo, en el caso de una pérdida de un allegado próximo, como el fallecimiento del cónyuge o de un hijo, puede ser difícil distinguir una depresión del sentimiento normal de duelo porque ambos comportan tristeza y un estado de ánimo depresivo.

De igual modo, la decisión de diagnosticar un trastorno de ansiedad a una persona preocupada o estresada por su trabajo puede suponer un reto, ya que la mayoría de las personas experimentan estas sensaciones en algún momento de su vida.

La línea divisoria entre poseer determinados rasgos de personalidad (como ser meticuloso u ordenado) y padecer un trastorno de la personalidad (como un trastorno de personalidad obsesivo-compulsiva) puede ser difusa.

Por lo tanto, es mejor pensar que la salud mental y la enfermedad mental forman un continuo. Cualquier línea divisoria generalmente se basa en lo siguiente:

  • La gravedad de los síntomas

  • La duración de los síntomas

  • Hasta qué punto afectan los síntomas a la capacidad de funcionar en la vida diaria


Causas de los trastornos Mentales

En la actualidad, se considera que el origen de la enfermedad mental está determinado por una compleja interacción entre factores, incluyendo los siguientes:

  • Genética

  • Biológicos (factores físicos)

  • Psicológicos

  • Ambientales (incluyendo factores sociales y culturales)

Diversos estudios han demostrado que la genética desempeña un papel en muchos trastornos mentales. A menudo, los trastornos mentales se producen en personas cuya composición genética les predispone a dicho tipo de trastornos. Esta vulnerabilidad, combinada con las tensiones de la vida, como las dificultades familiares o laborales, puede conducir al desarrollo de un trastorno mental.

Además, muchos expertos creen que la regulación deteriorada de diversos mediadores químicos cerebrales (neurotransmisores) puede contribuir a los trastornos mentales. Algunas técnicas de imagen como la resonancia magnética nuclear (RMN) y la tomografía por emisión de positrones (PET), a menudo muestran cambios en el cerebro en personas con un trastorno mental. Por lo tanto, muchos trastornos mentales parecen tener un componente biológico, al igual que las enfermedades que se consideran neurológicas (como la enfermedad de Alzheimer). Sin embargo, no está claro si los cambios observados en las pruebas de diagnóstico por la imagen son la causa o el resultado del trastorno mental.

La desinstitucionalización

En las últimas décadas, ha habido un movimiento para sacar a las personas con enfermedades mentales de las instituciones (desinstitucionalización) y apoyarlas para que puedan vivir en comunidad. Esto ha sido posible gracias al desarrollo de fármacos efectivos y a ciertos cambios en la actitud hacia los enfermos mentales. Este movimiento ha puesto gran énfasis en considerar al enfermo mental como un miembro más de las familias y de las comunidades. Una decisión tomada por la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos en 1999 ayudó de manera significativa a este cambio. Esta decisión, denominada Olmstead decision, exige a los Estados que proporcionen tratamiento a los enfermos mentales en el entorno de la comunidad siempre que esto sea adecuado por razones médicas.

Diversas investigaciones han mostrado que determinadas interacciones entre los enfermos mentales graves y sus familiares pueden mejorar o por el contrario empeorar la enfermedad mental. En este sentido, se han desarrollado técnicas de terapia familiar que previenen la necesidad de reingreso en las personas que padecen enfermedades mentales crónicas. Hoy en día, la familia de un enfermo mental se implica más que nunca como aliado en el tratamiento. El médico de atención primaria desempeña también un papel importante en la rehabilitación y la reintegración del enfermo mental en el seno de la comunidad.

Además, los avances obtenidos en la farmacoterapia hacen menos probable que las personas con enfermedades mentales que terminan necesitando hospitalización sean recluidas o controladas físicamente como en el pasado. También hay que tener en cuenta que con frecuencia se les da de alta en un plazo máximo de unos días para pasar a centros de tratamiento diurno (centros de día). Los centros de día son menos costosos que las instituciones de cuidados hospitalarios porque requieren menos personal, se prima la terapia de grupo por encima de la individual y los usuarios pernoctan en su domicilio o en centros de internación parcial en lugar de hacerlo en un hospital.

Sin embargo, la desinstitucionalización ha supuesto también algunos problemas. El tratamiento y la protección necesarios contra el daño que se proporcionó en las instituciones no se han reemplazado adecuadamente por los servicios comunitarios de salud mental debido a la falta de fondos. Por lo tanto, muchas personas no han podido obtener la atención de salud mental que necesitan. Además, las leyes actuales no permiten institucionalizar contra su voluntad a las personas con enfermedades mentales que no representan un peligro para sí mismas o para la sociedad, lo que representa en sí mismo un problema, ya que algunos trastornos mentales graves se caracterizan por la falta de conciencia de la persona afectada sobre su problema de salud mental (anosognosia). Por lo tanto, muchas personas que enferman nuevamente fuera del hospital se quedan sin hogar o terminan en la cárcel. Muchos mueren jóvenes a causa de la exposición, la infección o el tratamiento inadecuado de problemas médicos. Aunque estas leyes protegen los derechos civiles, hacen que sea más difícil proporcionar tratamiento a muchos enfermos mentales que lo requieren, algunos de los cuales pueden actuar de forma extremadamente irracional si no reciben tratamiento.

Debido a los problemas relacionados con la desinstitucionalización, se han desarrollado nuevos enfoques para el tratamiento, como el Tratamiento Asertivo en la Comunidad (ACT, por sus siglas en inglés). El ACT ayuda a proporcionar una red de seguridad para las personas con una enfermedad mental grave crónica. Este tratamiento utiliza un equipo multidisciplinario formado por trabajadores sociales, personal de enfermería, especialistas en rehabilitación, consejeros y psiquiatras. El equipo proporciona servicios individualizados a las personas que tienen una enfermedad mental grave y que no pueden o no quieren acudir a la consulta o al hospital en busca de ayuda. Los servicios se prestan en el propio domicilio del afectado o en el vecindario (por ejemplo, en restaurantes, parques o tiendas de la zona).

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